Por Juan Carlos Giuliani*
El 20 de noviembre de 2012 fue un punto de inflexión. Volvimos a ser protagonistas de una medida de acción unitaria que conmovió al país de punta a punta. Ni el más acérrimo de nuestros críticos se anima a negar lo que fue evidente: La potencia, extensión y masividad del Paro y Movilización Nacional que la CTA Autónoma llevó adelante con la CGT de Hugo Moyano y otras organizaciones hermanas el Día de la Soberanía Nacional.
Volvimos a reivindicar nuestra identidad de clase. A darle prioridad a la contradicción principal que nos hace ser pobres aunque tengamos trabajo –injusta distribución de la riqueza en un país dependiente y expoliado por las transnacionales- antes que a perdernos en la maraña de contradicciones secundarias que cruzan al campo popular.
No estamos dispuestos a participar del relato engañoso que propone el poder, según el cual la realidad debe abordarse de manera binaria, blanco o negro, cero o cien. Demostramos ser capaces de poner en valor los temas que desvelan al movimiento obrero, los estudiantes, chacareros, pequeños empresarios urbanos, profesionales, técnicos, desocupados, movimientos sociales, pueblos originarios: El salario, la inflación, el 82% móvil; la concentración y extranjerización de la economía; la democratización de la tierra; la Reforma Agraria; el rechazo al pago de la Deuda Pública con los recursos de los asalariados; la necesidad de una Reforma Tributaria progresiva; la exigencia de derogación de las leyes de ART y Asociaciones Sindicales; la necesidad de avanzar en la construcción de un nuevo paradigma emancipador basado en políticas universales, las únicas capaces de erradicar la escandalosa desigualdad social que impera en nuestra Patria.
Volvimos a decirle a los patrones que no insistan con la soberbia, el desprecio y el ninguneo. El pueblo es paciente, tiene conciencia de la relación de fuerzas, no va a dar ningún salto al vacío, mide las consecuencias de sus acciones u omisiones, va madurando una idea hasta encontrar alguna certeza. Entonces, cuando toma la decisión de dar una respuesta, es contundente y hace tronar el escarmiento.
Hace diez años atrás recorrimos el camino hacia el interior de nosotros mismos, un sendero que conduce al reencuentro con nuestras mejores tradiciones, gozando del consenso abrumador obtenido por ese plan de acción debatido fraternalmente en el seno de la CTA en encuentros, reuniones, asambleas y plenarios a lo largo y ancho de nuestro país. Haciéndolo entre todos, construyendo colectivamente para que lo extraordinario se convierta en cotidiano.
En el rostro y las manos de tantos compañeros y compañeras que desde el alba -desafiando la oscuridad y las amenazas, veladas o explícitas de represalias de descontar el día, provocar despidos o la baja de algún plan social- le pusieron el cuerpo a esa propuesta de la Central, recuperamos la mística que riega la conciencia de unidad de la clase. Una mística y un empuje que hoy es imperioso recuperar en su más amplia dimensión.
Ese 20 de noviembre de 2012 -hace una década- fue un hecho histórico. La CTA se instaló, por derecho propio y prepotencia de trabajo, en uno de los puntos más altos de su iniciativa política. Hoy, en otra coyuntura, con las penurias de la pandemia a cuestas, golpeados por la crisis, frente a la prepotencia oligárquico-patronal que sigue acumulando ganancias extraordinarias producto del ajuste impuesto por el FMI y que el Gobierno aplica obedientemente, con la pobreza que no deja de crecer y la riqueza que no cesa de concentrarse en pocas manos, más que nunca hay que consolidar una organización de masas haciendo explícita nuestra estrategia de poder popular, convocando a todos los sectores que estén dispuestos a dar pelea para recuperar la Justicia Social y la Soberanía Nacional.
Sin aflojarle un tranco de pollo a los grupos de poder. A los que mandan. Desenmascarando a los gerentes que administran el status quo para garantizar la perpetuidad del régimen de saqueo y explotación. Confrontando con los campeones del “no se puede” y el doble discurso, a los carteristas disfrazados de políticos “progres”. Desenmascarando a los farsantes. Disputando la Libertad y Democracia Sindical en los lugares de trabajo sin resignar jamás la Autonomía de los patrones, los gobiernos y los partidos.
Canalizando la organización de los trabajadores de la ciudad y el campo, formales, precarios, tercerizados, activos, jubilados, públicos, privados, autogestionados, desocupados, de pueblos originarios, discapacitados. No somos una ONG ni un grupo de autoayuda, conformamos una organización político-sindical que nació con la misión de luchar por una sociedad sin explotadores ni explotados y que participa de una estrategia de poder integral con centralidad en la clase.
El 2023 que se avecina nos tiene que encontrar caminando por las calles siendo multitud, construyendo la ancha avenida de nuestros sueños sin permitirnos que las contradicciones secundarias que atraviesan el campo del pueblo paralicen la energía que nos empuja a protagonizar este nuevo tiempo.
Volver a sembrar en el territorio fértil de la esperanza. Convencidos, como lo estamos, que otro país es posible.
Foto de portada: Imagen del Paro Nacional del 20 de noviembre de 2012 en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
*Periodista. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba